Thomas Shaw se paseaba nervioso en su camarote. Formaba círculos con su andar ante la atenta mirada de un selecto grupo de hombres, incluidos entre ellos el capitán Edward John Smith y el jefe de oficiales Henry Wilde. Era apenas el mediodía del 14 de abril y, durante el desayuno, había llegado a sus oídos un rumor curioso: a bordo, en una de las escotillas designadas para el cargamento, estaba escondida la supuesta momia de una sacerdotisa egipcia.
—¿Qué vamos a hacer al respecto? —preguntó frotándose las manos.
—¿A qué se refiere? —inquirió a su vez uno de los presentes—. Revisar las escotillas de carga sería problemático y llamaría la atención de los pasajeros.
—¿Qué vamos a hacer al respecto? —preguntó frotándose las manos.
—¿A qué se refiere? —inquirió a su vez uno de los presentes—. Revisar las escotillas de carga sería problemático y llamaría la atención de los pasajeros.