Es mi primera entrada en mucho tiempo y me alegra mucho que sea con un ejercicio de Adictos a la escritura. Había pensado en dejar de escribir, por un motivo u otro o todos, pero he decidido no dejar que mi pasión muera y ser mejor en todos los aspectos posibles. Gracias de antemano a quien lo lea. ^_^ ¡Felices fiestas a todos!
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COLOR SERVILLETA
De
sus tradiciones navideñas, la de usar ropa interior roja era la más esencial.
Con toda seguridad era la menos importante, al menos con respecto a las
emociones y valores decembrinos, pero año con año cumplía con la costumbre.
No
recordaba cómo o por qué había empezado a hacerlo, lo que sí recordaba —y a
esto le agregaba algo de misticismo innecesario— era que si usaba lencería roja
en Navidad tendría buena suerte en el amor; por el otro lado, si quería tener
buena fortuna, solo necesitaba ponerse bragas y sostén amarillos. Y, como mujer
soñadora que era, le urgía más lo primero que lo segundo.
Uno
esperaría, entonces, que María estuviera preparada para la noche, sin embargo,
tenía otra costumbre aplicada todo el año sin falta alguna: dejar las cosas
para último minuto.
—¿Qué
voy a hacer? —preguntó a su hermana mientras revolvía la ropa en sus cajones.
—Ponte
lo del año pasado.
María
suspiró con agobio y volteó a ver a su hermana, recargada en el marco de la
puerta con los brazos cruzados.
—Sabes
que no debe de ser así. Tiene que ser nueva.
—No
seas ridícula, María. ¿Quién demonios va a saber lo que traes debajo de la
ropa? —Diana, más que preocupada o fastidiada, estaba entretenida con la
situación.
Por
lo general tenía la buena voluntad de acompañarla a comprar todo lo necesario
para su íntimo ritual, aunque su intención en realidad era burlarse de ella en
el proceso y evitar los quehaceres navideños que inundaban la casa.
Había
asumido que en esa ocasión su hermana había encontrado el pedazo de sentido
común que le faltaba e iba a dejar de lado su costumbre, pero resultaba que
María había pasado la noche entera de fiesta y el exceso le cobró factura con
una resaca y el olvido de su tan importante lencería.
—¡Yo
lo sabré y tú lo sabrás! —gritó María exasperada.
—Ponte
lo mismo que el año pasado, ¿cuál es la diferencia? Hasta donde yo sé no existe
la policía de los calzones.
El
sarcasmo provocó que su hermana volteara a verla como si hubiera dicho la peor
cosa en el mundo.
—¡Es
que no entiendes! Tienen que ser nuevos o no servirá de nada —la voz de María
temblaba con cada palabra y parecía estar cada vez más cerca del llanto.
Diana
meneó la cabeza encogiéndose de hombros. No había nada qué hacer: su hermana no
entraría en razón y la hora de la cena estaba próxima. Pero, escuchar el
murmullo de sus quejas acerca de cómo nadie la entendía y que a nadie le
importaba lo que ella quería, la conmovió un poco. Con una exhalación
resignada, se dio la media vuelta y bajó las escaleras.
—Quédate
quieta —pidió por enésima vez.
Diana
confeccionaba sobre María un burdo juego de bragas y top. Ajustaba la tela lo
más posible al cuerpo de su hermana, quien se movía inquieta a cada momento
tentándola a pincharla para ver si así lograba mantenerla en la misma posición
más de unos segundos.
—Creo
que ya está —dijo aliviada de haber terminado, aunque no pudo contener la risa
al ver su creación.
—Ja,
ja. No es gracioso —María estaba incómoda y tenía miedo que algún alfiler de
gancho pudiera abrirse y punzarla.
—Ya
—alcanzó a decir en un respiro—. Vístete y bajemos.
Arregladas,
una con la compostura repuesta y la otra con el ánimo un poco más elevado, se
dirigieron a la sala de estar.
—¿Alguien
ha visto las servilletas de tela? —preguntó la matriarca de la familia a gritos
desde la cocina—. ¡Estaban aquí!
Diana
rió lo más bajo que pudo y María se puso como de piedra al tiempo que se le
subían los colores a la cara.