«Cada año es lo mismo» pensó. Y era cierto. En Navidad, era reglamentario ir a la casa de su abuela a pasar la noche con toda la familia; verse las caras y cenar juntos, actuando como si fueran todos cercanos y cariñosos unos con otros.
—Todo es hipocresía —se dijo a sí mismo.
No lograba entender, mucho menos sentir, el significado de la Navidad. No era un joven creyente, así que poco le importaba que la fecha marcara el origen de algo importante; y creía que los valores se podían tergiversar a conveniencia, por lo que tampoco creía en eso de dejar de lado lo malo para dar sin recibir nada a cambio.
Lo único que realmente le gustaba de la Navidad eran los adornos y la comida; pero ya se había cansado de estar sentado contemplando el pino y los regalos y consideraba demasiado patético comer toda la noche para pasar el tiempo.
No lograba entender, mucho menos sentir, el significado de la Navidad. No era un joven creyente, así que poco le importaba que la fecha marcara el origen de algo importante; y creía que los valores se podían tergiversar a conveniencia, por lo que tampoco creía en eso de dejar de lado lo malo para dar sin recibir nada a cambio.
Lo único que realmente le gustaba de la Navidad eran los adornos y la comida; pero ya se había cansado de estar sentado contemplando el pino y los regalos y consideraba demasiado patético comer toda la noche para pasar el tiempo.