sábado, 31 de octubre de 2009

Moscas en el techo

Muchas veces tenía una sensación extraña. No estaba segura si era por paranoia o porque sus hermanas jugaban a la güija justamente en su habitación; aunque ella no hacía ningún esfuerzo en oponerse o detenerlas. Al contrario, siempre estaba presente aún cuando no formara parte de la actividad.

Luisa estaba ahí con la excusa de ayudar a alguna de sus hermanas por si algo salía mal (y varias veces las cosas salieron mal), pero su verdadero motor era la curiosidad y la aventura. Ser testigo de otras tres mujeres tentando a la suerte y explorando lo desconocido le provocaba cosquillas en la barriga.

Las primeras veces que le dejaron estar presente durante las cuasi-sesiones espiritistas sentía que las piernas le fallarían en cualquier momento. La espalda, la frente y las manos se le mojaban con sudor frío. Y todo eso se intensificó cuando veía que el marcador se movía sobre el tablero de madera. Varias veces llegó a pensar que se desmayaría, pero su estado nunca pasó de una debilidad paralizante o temblores ligeros.