martes, 1 de mayo de 2012

Mujer leyendo

"Mujer Leyendo" de Pieter Janssens Elinga
Como cada día al llegar a casa, prendió la chimenea. Estuvo unos momentos de pie ahí, hipnotizada por el fuego que poco a poco se avivaba, pensando en todo y en nada a la vez. ¿Cuánto tiempo esperaría por el regreso de su marido sabiendo bien que nunca más lo vería cruzar la puerta?

Los delgados muros de su pequeña casa dejaban que el frío se colara adentro, calando en sus huesos; sin embargo, ella no lo sentía, así como tampoco sentía el calor que rezumaba de las modestas llamas. Desde la muerte de su marido, lo que sucedía alrededor de ella era ajeno a su percepción. La tristeza amortiguaba buena parte del exterior al mundo que ellos construyeron en tan corto tiempo y con tanto amor.

Puso a calentar agua, más por mecánica que por deseo de tomar algo, y caminó hacia la silla que tenía dispuesta cerca de la ventana, la silla de su marido. La silla en la que él se sentaba cada noche para manuscribir en su diario —algo que ella siempre admiró de él— o leer los cuadernos de sus memorias a lo largo de su vida —a falta de correspondencia y dinero para comprar libros—. Ahora ella ocupaba su lugar, con la intención de preservar algún tipo de legado y conservar su esencia manifiesta de esa manera: leyendo sus diarios de principio a fin, sin descanso alguno y con la mayor pasión que su desgastado corazón le permitía.

Cualquiera que pasara por esa calle y volteara hacia esa ventana vería una mujer sentada, perdiendo el tiempo con la mirada gacha; nadie vería a una mujer sufriendo, a una viuda que no podía desahogar su pena y el dolor de la pérdida. Para el mundo, ella era simplemente una mujer leyendo.

2 comentarios:

  1. Sí, uno juzga por las apariencias y lo que uno mismo conoce; saber lo que en realidad tenemos enfrente, no es tan sencillo.

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